lunes, 17 de junio de 2013

¿EL NUEVO PARADIGMA?, "MODERNIDAD, POSTMODERNIDAD, MODERNIDADES


MODERNIDAD, POSTMODERNIDAD, MODERNIDADES

Cuando hablamos del concepto de modernidad nos referimos a toda una época histórica, el paulatino proceso de capitalización universal del planeta y la instauración y despliegue del primer sistema mundial de relaciones sociales. Es una época que se corrompe con el desarrollo explosivo de las fuerzas productivas, en la que este desarrollo se constituye en el principal signo de progreso, el que a su vez es convertido en categoría central y asumido como la direccionalidad de todo recurso histórico, de todo movimiento del pasado al presente y del presente al futuro.

Haberman al leer la escisión entre modernización y modernidad lo ve desde una perspectiva cercana pero en otro sentido. Pues la modernización no nombra únicamente el hecho económico, sino “una gavilla de procesos acumulativos de orden económico, pero también político y educativo.

Este define a la modernización como un patrón de procesos de evolución social neutralizados en cuanto al espacio y al tiempo y despojados de la comprensión y la modernidad obtiene de sí el horizonte de la razón occidental.
Para Habermas, la tesis de la aparición de la postmodernidad carece de fundamento. La estructura del espíritu de la época no ha cambiado. Lo que ha llegado a su fin ha sido una utopía concreta, lo que cristalizó en torno al potencial de la sociedad del trabajo.
Una utopía que retrocede las ideas de desarrollo que tiene cada persona; pero el problema es que se valen de esas utopías para no sobresalir en todos los aspectos que se necesitan, no solo en lo económico, sino también en lo social, político, etc.

En muchos países, principalmente los sub desarrollados, tienden a tener crisis permanente de las finanzas públicas y el principal causante de esto, es el costo, en términos de racionalidad administrativa, del tratar de satisfacer con servicios de salud, educación, comunicación, etc; la creciente necesidad de legitimación que sufre el sistema. Pero la crisis de racionalidad administrativa es solo el síntoma de otra más profunda , la de legitimación que padece un sistema político, desbordado en función instrumental y obligado a asumir explícitamente tareas ideológicas.





Habermas analiza el fondo de la crisis y piensa que está constituida por 3 tendencias que marcan las “transformaciones estructurales de las imágenes del mundo”. Primera, los elementos dominantes de la tradición cultural dejan de ser interpretaciones de la historia en su conjunto. Segunda, las cuestiones prácticas ya no son veritativas y los valores se tornan irracionales. Tercera, la ética secular se desprende del derecho natural racional y el ateísmo mismo amenaza los contenidos utópicos de la tradición.

Se hace visible el divorcio entre ingredientes cognitivos e integración social: las identidades tanto individuales como grupales pierden su fundamento, produciéndose el desplazamiento de los conflictos sociales hacia el plano de los problemas psíquicos.
Habermas apuesta por una superación de la crisis basada en el análisis de las patologías de la subjetividad producidas por la racionalización modernizadora y en el reconocimiento de las experiencias de sensibilidad y racionalidad que contiene la praxis comunicativa cotidiana.
Cuando escuchamos el término postmoderno, nos referimos a un malestar de la precisa y ambigua conciencia de un cambio de época que se le conoce como progreso.

Cuando hablamos de modernidad como progreso, nos encontramos con distintos puntos a analizar:
Primera clave: la secualización del progreso: el impulso fáustico desorientándose, perdiendo su sentido al realizarse. Lo que se manifiesta es una sociedad en la que progreso se convierte en rutina, en la que la renovación permanente e incesante de las cosas, de los productos, esta “fisiológicamente exigida para asegurar la cura y simple supervivencia del sistema”, en la que “la novedad nada tiene de revolucionario ni turbador”.

Si analizamos lo anteriormente dicho, nos encontramos con la respuesta de un progreso vacío, o en otras palabras en un progreso cuya “realidad”, no es otra cosa que la que se da en la experiencia del cambio que producen las imágenes. Pero no solo el cambio, también el ser que trabaja la ciencia, ha perdido la realidad.
De todo esto llegamos a la conclusión, que postmoderno es entonces la experiencia en un mundo de “realidad aligerada”, hecha más ligera por estar menos netamente dividida entre lo verdadero y la ficción, la información, la imagen.
Segunda clave: fin de la utopía de la transparencia  La auto transparencia de la sociedad consiste tanto en el programa epistemológico de la ilustración, su someter toda la realidad social al conocimiento científico, como ideal político de la transformación radical de la sociedad.

Tercera clave: la sociedad de masas como experiencia declinante de los valores fuerza. El debilitamiento de lo real, no es una abstracción de los filósofos, sino experiencia cotidiana del hombre metropolitano en el desarraigo de las muchedumbres urbanas, en constante mediación y simulación que ejercen las tecnologías, en la dispersión estética y la especularización de la política.
Si hacemos un recuento de las modernidades en América Latina, nos encontramos que el proceso más vasto y denso de modernización, va a tener lugar a partir de los años 50 y 60, y se hallara vinculado decisivamente al desarrollo de las industrias culturales.

Son los años de la diversificación y afianzamiento del crecimiento económico, la consolidación de la expansión urbana, la ampliación sin precedentes de la matrícula escolar y la reducción del analfabetismo, según José Joaquín Brunner, es solo a partir de ese cruce de procesos que pueden hablarse de modernidad en estos países.
Fuertemente cargada de componentes premodernos, la modernidad latinoamericana se hace experiencia colectiva de las mayorías, solo merced a dislocaciones sociales y perspectivas cuño postmoderno. Una postmodernidad que en el lugar de venir a reemplazar, viene a reordenar las relaciones de la modernidad.

Pisticelli: “la modernidad consiste en asumir la heterogeneidad social como valor e interrogarnos por su articulación como orden colectivo”, de ahí una propuesta de lectura. Mientras en los países centrales, el elogio de la diferencia tiende a significar la disolución de cualquier idea de comunidad, en nuestros países afirma Nobert Lechner, la heterogeneidad solo producirá dinámica social ligada a alguna noción de comunidad.

Después de todo lo señalado antes nos encontramos con la gran pregunta: ¿Cómo recrear las formas de convivencia y deliberación de la vida ciudadana, sin asumir la moralización de los principios, la absolutización de las ideologías y la substancializacion de los sujetos sociales?

Hay mucho por hacer y estudiar, cómo lograr el desarrollo, respetando las culturas y el pensamiento de las comunidades.





Entrevista a Oscar Terrones. Profesor de Comunicación para el Desarrollo y Comunicación Internacional de la Escuela de Comunicación de la Facultad de Humanidades de la Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo

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